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Disfunción eréctil: mucho más frecuente de lo que crees

Iago López Gálvez
Médico de Familia

Un motivo de consulta -muchísimo más frecuente en mi consulta de lo que imaginas- y cada vez más frecuente, con un cierto ascenso durante los momentos más duros de la crisis económica y durante la pandemia, es la disfunción eréctil (mal llamada «impotencia») sobre todo de causa psicógena (psicológica). Y también lo es la consulta por alteración de la libido, por parte de ambos sexos, pero con muchísimos más varones de lo que también te imaginarías.

Como explicaremos más adelante, el bienestar psicológico y la sensación de intimidad son unas premisas muy importantes para una relación sexual satisfactoria. Es muy habitual que el paciente que acude a la consulta por este motivo lo haga después de muchos meses (o incluso años) habitualmente debido a miedo o vergüenza, y después de haber devorado decenas de páginas de información contradictoria al respecto en la red o en la prensa escrita. Tal vez incluso habiendo probado productos de escasa utilidad gracias al anonimato que da la red (¿a quién no le han llegado correos de spam con «soluciones» milagrosas?).

Para entender las causas de la disfunción eréctil psicosomática, deberíamos partir de unas premisas previas: Normalmente, a la hora de obtener una erección satisfactoria y mantenida en un individuo sano, es importante tanto el grado de motivación sexual previo como el grado de relajación de la persona. La presencia de ansiedad, culpa, baja autoestima o ideación depresiva minan de un modo decisivo la capacidad de obtener o mantener la erección. De hecho, estas ideas y emociones negativas pueden impedirla por completo incluso cuando existe un grado de excitación o deseo importante. Y cuando este factor psicológico se da, invariablemente agrava y perpetúa el trastorno.

En la disfunción eréctil de causa eminentemente psicógena, que es la que parece estar disparándose en los últimos años (o tal vez se consulta con más libertad), es muy común que en un momento dado un varón tenga una primera experiencia insatisfactoria: Habitualmente, una vez iniciada la relación sexual con una erección normal, se pierde a los pocos minutos o segundos al no lograr relajarse completamente (por estrés laboral, económico, preocupación por la salud personal o familiar, el miedo a que un hijo irrumpa en la habitación o que nos oiga «hacerlo», una conspicua falta de entusiasmo aparente de nuestra pareja y que hace pensar que en realidad no le apetece y lo está haciendo por obligación hacia nosotros, miedo a contraer una ITS o a un embarazo… existen infinidad de ideas y emociones que pueden aparecer de golpe y sabotear el encuentro: pueden ser tan potentes como para vaciar los cuerpos cavernosos en pocos segundos pese a no haber desaparecido el deseo o la excitación).

Muchas veces esa primera mala experiencia planta la semilla de la preocupación. Si se repite de nuevo (y posiblemente se repita: la experiencia de esa primera vez ya es una emoción negativa que nos va a sabotear), comienzan verdaderamente los temores, achacándolo muchas veces de modo erróneo al declive físico («ya empiezo a ir mayor», «ya no tengo veinte años y eso se nota», «me tenía que pasar, ya soy impotente», etc). Si la persona empieza a preocuparse por este motivo ya no existe, por definición, un estado de relajación e intimidad que permita una relación sexual satisfactoria: cada nuevo intento se convierte en un examen sobre su capacidad, sobre su «hombría» (lo que se denomina ansiedad de ejecución), con lo que los «fracasos» se suceden una y otra vez.

Y es llegados a este punto cuando el trastorno puede acabar repercutiendo en la libido e incluso suprimirla, dado que el sexo deja de ser algo placentero para convertirse en un desafío. Comienza la evitación del acto sexual para evitar volver a colocarse en esa situación, poniendo excusas (hoy estoy muy cansado, estoy estresado, etc). La persona empieza a desarrollar ideas de culpabilidad y baja autoestima, y muchas veces también su pareja, que en ocasiones puede creer que el problema es debido a que no es capaz de generar en él un deseo suficiente, o incluso puede creer que es debido a una tercera persona.

Por supuesto, también es frecuente la disfunción eréctil por causas orgánicas y por causas mixtas (la causa orgánica desencadena el distrés psicológico, y éste perpetúa el problema), y en caso de existir patología orgánica, ésta debería ser detectada en una fase precoz y no esperar a años de desarrollo, lo que podría hacer irreversible la causa. Además, siempre es una buena idea consultar con el médico precisamente para descartar esta causa orgánica: en ocasiones los cuerpos cavernosos se comportan como «el canario en la mina», indicándonos un daño vascular inducido por hipertensión, colesterol, diabetes o tabaquismo en otras arterias como las coronarias, así que una consulta por este motivo ¡hasta podría salvarnos la vida!

Mis consejos para aquellas parejas que crean que pueden tener un trastorno de la función eréctil son:

1) No creáis que es algo necesariamente debido a la edad o al deterioro físico. Una disfunción, particularmente si es psicógena, puede afectar a un chico de 20 años. Pero el chico de 20 no suele tener problemas laborales, no suele tener hijos por cuyo bienestar tengan que preocuparse y no suelen tener una hipoteca que pagar (¿os acordáis de la importancia de los estímulos negativos? Por desgracia tienden acumularse preocupaciones con los años). En todo caso, nunca saquéis la conclusión precipitada de que su vida sexual ha terminado y nada se puede hacer, rara vez es así. Y además, la búsqueda de intimidad con nuestra pareja no se restringe al coito, aunque tantos fenómenos culturales intenten convencernos de ello. De lo contrario, las parejas homosexuales, sin ir más lejos, no tendrían intimidad (y por supuesto que la tienen).

2) Buscad siempre ayuda inicial de un médico, muchas veces basta con nuestro médico de cabecera. Nunca dejéis que el miedo o la vergüenza os evite buscar ayuda, no os podéis hacer a la idea de cuántos casos de todas las edades han pasado por mi consulta o la del médico de cabecera que tengas, posiblemente algunos conocidos tuyos, pero obviamente este no es un tema de conversación que suela surgir conversando con ellos, y más cuando todavía es (que no debería) un motivo de estigma (los roles de género arcaicos también perjudican a los varones, como puedes ver). Debes buscar ayuda (y tu médico debe atenderte) porque si existe alguna causa orgánica, deberíamos detectarla antes de que haga más daño. Y porque si no es por causa orgánica, mereces que te ayudemos antes de que el problema pueda afectar a tu vida de pareja. El médico puede ayudar con o sin fármacos; también con sencillos consejos sobre hábitos de conducta y adquiriendo noción de normalidad.

3) No pierdas el tiempo buscando «milagros» por internet. Incluso aunque hubiese alguno que funcionase, probablemente agravaría el fenómeno psicológico inicial, haciéndote creer que sólo lo puedes conseguir en presencia de esas ayudas externas y no por ti mismo.

4) Mantén siempre una buena comunicación con su pareja. Tu mutismo no ayuda a solucionar el trastorno, decir frases como «estoy cansado» no van a ser creíbles muchas veces seguidas. No permitas que tu pareja se culpabilice por el problema.

5) Si has tenido un día malo, por trabajo, por penuria económica, por ansiedad por el entorno familiar…, no lo pagues con tu pareja (ninguno de los dos). Tu pareja probablemente no tiene la culpa de tus problemas laborales o en general conflictos que hayan sucedido fuera del entorno doméstico, y hacerle sentir mal, y disminuir el grado de intimidad que habíais logrado construir, no va a ayudar a mejorar la situación, más bien al revés. El resentimiento es una forma excelente de destruir la sensación de intimidad y libido.

Si te sientes identificado con el texto de más arriba, anímate a dar el paso, y comienza a ponerle solución. No tiene ningún sentido permitir que se produzca un deterioro de tu calidad de vida y de tu relación de pareja por miedos, ideas preconcebidas y oscurantismos. La gran mayoría de los casos pueden encontrar solución satisfactoria; basta con que nos decidamos a buscar ayuda (y por supuesto, que nuestro médico nos escuche).

También a estas alturas es posible que hayas leído un montón de información contradictoria en internet sobre esta temática, cuando no directamente fraudulenta. Si buscas a algún autor de información fiable, mi favorita es sin duda Laura Morán Fernández, a la que puedes seguir en redes sociales tanto en Facebook (@lauramoranpsicologa) como en Twitter (@Veneciana1981). Tiene dos libros publicados: «Orgas(m)itos», publicado en 2019 y «Por qué (no) deseo», publicado en 2022, ambos con la editorial Next Door Publishers.