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El reconocimiento psicotécnico, ¿gasto innecesario?

Existe una concepción social de que el reconocimiento psicotécnico de conductores es un trámite innecesario y costoso, una suerte de «impuesto revolucionario» que tienes que pagar por el mero hecho de ser conductor. Sin embargo, muy a menudo esta concepción es motivada por la mala praxis que históricamente han realizado nuestros compañeros menos honestos.

Desgraciadamente para los que valoramos la seguridad vial, el «mal reconocimiento» es muy tentador para ciertos centros y para muchos conductores:

  • El mal centro de reconocimientos tiene una oportunidad de mejorar su «productividad» (en román paladino: realizar un reconocimiento en pocos minutos te permite facturar muchísimos psicotécnicos -y con ello mucho dinero- por hora). Realizar un psicotécnico con una correcta entrevista clínica, exploración neurológica y oftalmológica por parte del médico, y psicotécnica y psicológica por parte del psicólogo fácilmente puede llevar más de 20 o 30 minutos, algo lógicamente mucho menos lucrativo.
  • El conductor deshonesto, desconfiado, o que infravalora sus capacidades, prefiere un Centro de Reconocimiento de Conductores donde «no te miren mucho, a ver si te encuentran algo y no te lo renuevan».

Pero al final, por unos y por otros permea la idea de que el psicotécnico es un trámite costoso e innecesario. Y desde luego, pagar 45-70 euros porque no te exploren adecuadamente parece una tomadura de pelo aunque, como digo, curiosamente bastantes conductores parecen querer justamente eso: pagar por no recibir la atención adecuada.

La temida prueba de coordinación bimanual NO ES UN JUEGO DE CONSOLA, no es el Mario Bros ni el Sonic, no se trata de pasarte la prueba «sin salirte»

Con respecto al primer grupo (los centros deshonestos), sólo queda confiar en los resultados que va dando la inspección de centros que realizan las jefaturas provinciales, que lo van convirtiendo en algo por fortuna cada vez más minoritario. Con respecto al segundo, intentaré desmontar algunas ideas preconcebidas para que la gente «le pierda el miedo» a una exploración en condiciones o a contar la verdad al médico. A continuación os expongo algunos hechos poco conocidos sobre los reconocimientos:

  • Lo primero que deberíamos tener en cuenta es que la alteración de las capacidades debe ser muy notoria para considerar a una persona no apta para la conducción, aunque existen condiciones médicas y psicológicas que pueden alterar la licencia. El reglamento prevé adaptaciones para conductores con lesiones tales como la ausencia de una extremidad (volante con pomo, cambio de marchas automático), e incluso limitaciones de velocidad y de distancia con respecto al domicilio. El motivo de esta norma es que no necesitas la misma aptitud para realizar un recorrido de proximidad por una carretera que conoces a la perfección, que para un largo viaje en el que además tendrás que desviar tu atención a la «exploración» (nuevo trazado, atención a las señales desconocidas, etc).
  • También está prevista la protección del conductor frente a un centro que haya actuado de un modo prevaricador contra él. Imaginémonos que tengo un enfrentamiento verbal con el médico que me está evaluando. ¿Podría él «vengarse» dándome un informe de «no apto»? No. O al menos, no del todo: el conductor puede solicitar a la jefatura un nuevo reconocimiento si considera que el dictamen ha sido injusto. Y más le vale al centro que no haya indicios claros de mala fe en su actuación: ningún sanitario tiene inmunidad legal frente a la mala praxis.
  • La temida prueba de coordinación bimanual NO ES UN JUEGO DE CONSOLA, no es el Mario Bros ni el Sonic, no se trata de pasarte la prueba «sin salirte». Y no, no queremos saber la capacidad de conducir dos coches por dos carreteras, contamos con que el conductor no va a rodar una secuela de «The Fast and The Furious». Estamos evaluando la capacidad de diversificar la atención, la velocidad con la que el conductor detecta los errores, la forma en que los corrige. Todo el mundo se sale, contamos con ello, pero nos interesa mucho cómo la persona soluciona la situación, que dice mucho de nuestra capacidad de evaluar cómo reaccionaría si un animal irrumpiese en la carretera o si el coche anterior hiciese una maniobra inesperada.
  • Suele ser muy beneficioso detectar enfermedades antes de que el paciente note síntomas: es muchísimo más útil para el paciente/conductor que detectemos una pérdida de campo visual nosotros a esperar a que ese tumor hipofisario o ese glaucoma que se lo causa le produzca daños irreversibles, por ejemplo. O que detectemos nosotros una enfermedad de Parkinson antes de que el paciente sufra una caída (o un accidente de tráfico grave). Todos sabemos en el fondo que la técnica del avestruz, de «meter la cabeza en el agujero» para no ver nuestras enfermedades, rara vez es útil en medicina, aunque nos tiente la idea.
  • Por último, todo esto «va incluido en el precio». Piénsalo bien: acabas de pagar por un reconocimiento: es tu derecho que te hagan una revisión y no simplemente pagar un peaje al médico. Si te cobran y no te exploran, te están estafando.
  • Es cierto que el sistema no es perfecto, y a mi entender entorpece la vida de ciertos conductores: en las patologías crónicas más importantes, no podemos emitir un informe final de aptitud hasta no disponer de un informe del especialista que lleva la enfermedad, y esto con las listas de espera tras la pandemia, se ha convertido en un auténtico engorro para los pacientes, pero no nos queda otra alternativa, dado que no sólo es importante conocer qué enfermedad y qué tratamiento toma el paciente: su adherencia al tratamiento es importante: por ejemplo no todos los diabéticos siguen el tratamiento, y por ello algunos desarrollan ceguera por retinopatía diabética. Por ello, tener constancia de que el paciente SIGUE el tratamiento correctamente es necesario para poder garantizar que el conductor no sólo puede conducir actualmente, sino que podrá conducir los próximos años.

Y por último, el recuerdo de algo obvio: al final la seguridad vial, el no fallecer ni provocar la muerte de otros en carretera, está en la esencia de todo esta liturgia, y de nuevo, engañarnos a nosotros mismos, hacer trampas al solitario y acabar provocando dolor en nuestros familiares o en los de aquella persona a la que hayamos damnificado es algo que jamás deberíamos plantearnos.

Iago López Gálvez
Médico de Familia